Cuatro años de guerra en Irak: el tiempo pasa, la muerte queda


por RK

El tiempo, ese implacable pasa y demasiado rápido a veces. Tan rápido que olvidamos lo esencial, aquello que realmente importa. Y es cuando llegan las efemérides que tomamos en cuenta cuanta sangre ha corrido bajo el puente. Y esto es literal. Porque el comienzo de una guerra es el comienzo de una catástrofe. Alguien dijo sobre las guerras que se sabe cuando comienzan pero no cuando terminan. Y la guerra que ha comenzado hace cuatro años no ha terminado. Pero en los anales de la historia deberemos remontarnos al mandato de Bush padre para darnos cuenta que la trágica guerra en Irak ha comenzado en 1991 y no el 20 de marzo de 2003.

Era tiempo de descuento. Los nervios de ver que el tiempo pasaba carcomía la conciencia del progresismo mundial. Al fin y al cabo nunca encontrarían las famosas armas de destrucción masivas. Simplemente porque no las había. No había tal fantasma llamado armas químicas, biológicas o bacteriológicas. Sólo había sed de sangre. La necesidad de descargar sobre cielo, tierra y agua irakí cuanto poder destructor fuera posible. Sólo así se podría renovar el aparato bélico de la principal industria mundial, esa que mueve decenas de miles de millones de dólares. Esa que hizo que sus dueños descorcharan un champagne cuando derribaron las torres gemelas. Porque estos señores brindaron con el derribo de cada torre. Ya se sabe. Las guerras son un fatuo negocio que produce millonarios dividendos. Claro que para que el negocio usufructúe el material bélico debe ser utilizado. Algunos dirán que fue por petróleo. Seguramente. Pero también ha sido por la necesidad del imperio de verter en algún rincón del mundo tanto hierro y pólvora producidos. No vaya a ser que queden vetustos los pertrechos militares no utilizados en Afganistán. Le ha pasado a Israel con su fracasada aventura militar en Líbano. Pero ya se sabe. La historia no cuenta las vidas humanas que se han evaporado como agua en el desierto. Sólo cuenta los miles de millones de dólares, euros o yenes que ha conseguido facturar. Es la lógica del capitalismo. Lógica del Mercado. Un fabricante de armas solo puede vender si hay demanda en el mercado, y para generar demanda deben inventarse guerras. Claro. Ahora se usan a los antiguos amigos, aquellos dictadores que antes les eran fieles servidores a la causa. Porque digamos esto sin ponernos colorados: Hussein y Bin eran amigos de los Bush. ¿Compartían asados? Seguramente. Pero ya no fueron funcionales. Quedaron tan vetustos como las armas que se necesitaban renovar. Misiles inteligentes que perdieron capacidad de reacción, que perdieron memoria. Una escena del nuevo Rambo, modelo siglo XXI: Silvester con 60 y pocos años peleando contra los Talibanes. Aquellos que defendía de la invasión soviética a comienzos de los ’80. Otra escena. Silvester se encuentra en el desierto afgano con el colega Bin. Osama le dice: ¿amigo, no te acuerdas que peleamos juntos hace 20 años contra los soviéticos y no te preocupaban nuestras ideas extremistas? Tampoco le preocupaba a Bush abuelo y padre la trágica guerra entre Irak e Irán allá por los años ’70. Sadam, el terrible dictador, era por entonces el amigo necesario para combatir la República de los ayatolas. Pero volvamos donde dejamos la narración. Como ya no sirven se les ahorca, se les persigue y se asesina a sus pueblos. Pena capital mundial. Ya se sabe.

Hace cuatro años el mundo ha vuelto a contener la respiración. ¿Cuántas torres Gemelas han muerto desde el comienzo oficial de la guerra en la Mesopotamia? Pero de eso no se habla. Por eso ni una sola marcha de repudio. O tal vez si. Porque las marchas que se han convocado desde este sábado pasado y hasta el próximo martes 20 evocan en todo caso las marchas con las que miles y miles de estadounidenses decían NO a la guerra en Vietnam. Porque fueron miles y miles. Hay que ser justos también con esto. Pero no ingenuos. Los miles que se manifiestan este fin de semana contra la guerra son insuficiente para frenar esta y las próximas guerras que vendrán. Porque ya se sabe que las próximas guerras tienen sus fechas de comienzo. Otra vez. Se sabe cuando comienzan, más no cuándo terminarán. El como también se sabe. Con miles y miles de muertos, de asesinados, ya no en los campos de batalla, sino en las ciudades donde las bombas inteligentes decidan caer. Porque para eso parece que son inteligentes. Para decir donde y a quienes asesinar. Mientras tanto la sociedad civil no debe movilizarse sólo cuando las nefastas efemérides así lo convoquen. Debe movilizarse todos los días en todas las capitales y principales ciudades del mundo, este que se alza como ejemplo de civilización. De lo contrario, los “señores de la guerra” habrán vencido una vez el sueño de ver un mundo menos violento y más pacífico, aquel que “imaginaba” Jhon Lennon, aquel que debemos reconstruir entre todos en medio de las ruinas y la sangre vertida.

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