La herencia del ‘68


por RK en De Igual A Igual

Cuarenta años se cumplen del mítico mayo del ’68. Llamado el mayo francés, ha sido uno de los movimientos de protestas más importantes del siglo XX de una Europa resucitada tras los desastres de la Segunda Guerra Mundial. Su espíritu llegaría sin lugar a dudas a América Latina. Argentina tendría su propio Mayo Francés con el Cordobazo de Mayo del ’69. Pero de lo que quiero hablar aquí es de la herencia que en provincias argentinas más pequeñas, consiguieron hacer de la rebelión obrero estudiantil una epopeya y de la herencia que nos queda a casi cuatro décadas.

En el documental El Tucumanazo, de Diego Heluani, el escritor Osvaldo Bayer afirma que el Mayo Francés fue sin lugar a dudas lo qué mas le imprimió al movimiento de rebeldía obrero estudiantil de Tucumán de los años ’70, la médula anarquista. Es que si la Revolución Cubana y la imagen del guerrillero heroico, el Che Guevara contagiaron al continente latinoamericano de un espíritu revolucionario, el Mayo francés agitó las banderas de la rebeldía en una región postergada, invadida por dictadores y que veía como el reparto de las riquezas era desigual, quedándose la mayor parte del botín de guerra en manos de unos pocos. Pronto se cumplirán 40 años del legado del Mayo Francés, y pronto también se cumplirán 40 años de aquellas jornadas recordadas hoy como el Tucumanazo. Y a 40 años uno tiene la sensación que los reclamos que movían a miles y miles de personas de las más variadas extracciones sociales siguen tan vigentes como entonces.

De aquí la pregunta ¿Pero qué ha pasado con la humanidad para que las banderas setentistas de un mundo distinto sigan flameando? ¿Es qué no hemos aprendido nada en esto 40 años? ¿Es que no hemos asumido que el mundo es uno sólo y todos tienen derecho de vivir en él con dignidad? Y cuando recorremos la geografía de provincias como la tucumana, nos damos cuenta que no sólo no hemos conseguido establecer un sistema justo y equitativo de las riquezas, sino que hoy, 2008, a 40 años de la rebelión universal, estamos peor todavía.

¿Qué democracia es esta? Nos preguntamos aquellos que no creemos que con votar sea suficiente. Tampoco creo que con la sola imaginación en el poder basta. De aquí se trata entonces de renovar los postulados para cambiar una situación que a priori se presenta casi como una utopía. Pero en países como en Argentina, donde se produce alimento para 300 millones de personas, que todavía se mueran de hambre los niños es una vergüenza y es la clara señal que el sistema que se nos vende como el mejor posible no sirve. Y aquí la renovación de los planteos setentistas. La discusión en entonces era, entre otras, la forma de tomar el poder para cambiar una sociedad que ya en aquellos años se perfilaba con las desigualdades que imperan hoy. Y es que la reacción no duda en usar la violencia cuando ve peligrar alguno de sus ya pingues beneficios. Lo vimos hace un año con el asesinato del maestro neuquino Carlos Fuentealba y lo vemos hoy en día con las protestas que los grandes terratenientes realizan sólo porque un gobierno ha decidido que deben pagar más quienes más ganan. Pero en este macondesco panorama argentino los ’70 se diluyen cuando algún sector de la izquierda argentina acompaña los piquetes de la abundancia, como los llama CFK.

Y es aquí donde se hace preciso explicar que aunque las medidas del gobierno se presenten como popularmente justas, lo serían si del resultado del aumento de las retenciones a las exportaciones vuelve en forma redistributiva a los que menos tienen. Pero ni la Oligarquía terrateniente ni el gobierno pseudos popular kichnerista representan los verdaderos intereses llamados nacionales. Los primeros no quieren perder la prerrogativa de continuar enriqueciéndose aún a costa de empobrecer hasta la misma tierra. Recordemos el daño que las grandes extensiones de soja le generan a la Pachamama. Tampoco el gobierno representa un modelo social justo de reparto equitativo de las riquezas. Seamos claros: sin una reforma agraria real el modelo de producción capitalista seguirá distribuyendo de manera desigual y quienes más tienen seguirán teniendo cada vez más (a pesar del aumento de las retenciones) y los que menos tienen, los perdedores del sistema, los excluidos, los olvidados, seguirán muriendo de hambre.

Otro mundo es posible gritan desde las arenas de los movimientos sociales. Y aquí la urgencia de empezar a gritar: otro mundo no solo es posible sino también es necesario. El que plantearon los luchadores sociales setentistas, esos mismos que por querer ese otro mundo fueron desaparecidos por el régimen procesista. Los extremos se juntan. Porque ¿Quiénes son los grandes señores agropecuarios que hoy cortan rutas? Son los herederos de los Alfredos Martínez de Hoz, los señores de la Sociedad Rural. La batalla aquí está lejos de darse, pero es imperativo que los sectores populares vuelvan a discutir, como se discutía en los ’70 la necesidad de tomar el poder para cambiar un mundo que es necesario cambiar, ya no sólo posible. La herencia del ’68 nos convoca. En nuestras manos está transformar la realidad. El método tendrá que discutirse una vez más. Seguramente no se decidirá en una urna. El tiempo de la acción no puede esperar 4 años, porque mientras tanto los niños seguirán muriendo de hambre.

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