Cada vez que se cumple un nuevo aniversario del golpe de Estado que derrocó al gobierno de Isabel Martínez de Perón, la sociedad intenta debatir qué sucedió y cómo fue posible, mientras el Estado se empeña en poner un manto de olvido al pasado, olvido que se convierte automáticamente en sinónimo de impunidad. Cuando la semana pasada el gobierno nacional decretó que el 24 se convertiría en un día feriado, cierto escalofrío recorrió mi cuerpo. Ya sabemos que los años terminados en cero o los aniversarios terminados en cero o cinco son especiales para la discusión sobre que hacer con ese pasado que nos incomoda. La derecha sólo pretende hacernos ver el futuro. Olvidar el pasado es su lema. La necesidad de Reconciliación es la necesidad de poner "punto final" a tanta "Obediencia debida". Transformar el 24 de marzo en un día feriado, como lo es el 9 de Julio o el 25 de Mayo, implica poner un nuevo ladrillo en la pared de la impunidad. Porque todavía no se ha llevado a cabo en Argentina un juicio justo con castigo a los culpables de la desaparición de 30.000 luchadores sociales. En vez de sancionar un decreto "festivo" el Estado debió haber decretado el recuerdo obligatorio, el debate permanente. Y ese recuerdo y ese debate solo es posible en las aulas de las escuelas y universidades, y no en un fin de semana largo en Mar del Plata, las Termas de Río Hondo o los Valles Calchaquíes, abrazados a la fiesta y al vino.
La cuestión parece ser un tema menor, pero no lo es. Cuando en Tucumán se cita a declarar a un genocida como Bussi, y en contrapartida se nos dice que hay que olvidar, el país del no me acuerdo vuelve una y otra vez. Ese país del no me acuerdo en el que dábamos tres pasitos y nos perdíamos. Entonces pretender convertir una fecha de tragedia en un feriado nacional, solo contribuye a poner una nueva tela de impunidad sobre nuestra historia reciente. La pretendida reconciliación es imposible cuando torturadores y torturados caminan por la misma calle respirando la misma libertad. Que se sepa. Hubo criminales y genocidas, no hubo excesos, hubo crímenes de Lesa Humanidad. Se mató, se torturó, se secuestró personas, se las privó ilegalmente de su libertad. Entonces no se puede caminar hacia adelante pensando que nada ha sucedido. Ni perdón ni reconciliación es la fórmula para un país que atravesó semejante tragedia. Juicio y verdad deberían ser entonces la fórmula rectora que guíe a la sociedad argentina hacia un futuro como el que soñaron los desaparecidos: un futuro de equidad, de igualdad social, de justicia.
La herencia del modelo de opresión instaurado el 24 de marzo de 1976 ha dejado a cientos de miles de desocupados, miles de chicos muertos a causa del hambre por desnutrición, un modelo donde el ser humano se conviertió en mercancía y donde la dignidad de las personas se transformaron en indignas. Entonces no se trata de olvidar, ni de refugiarse en un feriado nacional como si nada hubiera pasado. Se trata de volver sobre ese pasado, de discutir qué pasó y de saber quien ha sido quien en la responsabilidad por los crímenes cometidos. Que los Bussi, los Videla y los Massera terminen definitivamente donde tienen que terminar todos los responsables del genocidio: en la cárcel.
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