"Si votar sirviera para algo, estaría prohibido"



por RK en De Igual A Igual
publicado el 17 de junio de 2007


Alguna vez alguien acuñó una frase, que como toda frase es sólo eso. Pero muchas de estas reflejan en pocas palabras un sentido muy amplio de aspectos de la vida. Votar, se supone, es elegir. Pero en nuestros sistemas liberales, votar cada dos años, es cumplir con rito que nada que ver tiene con la verdadera democracia. Votar se convierte pronto en un sinsentido cuando las alianzas políticas, o los acuerdos entre gallos y medianoches, transforman a ganadores en perdedores y a perdedores en ganadores. Sin más, el ejercicio de la democracia se limita a acudir al llamado de las urnas una vez cada dos años, y durante el paréntesis de un comicio y otro nos olvidamos de la participación ciudadana en la toma de decisiones. La Frase en cuestión dice que si votar sirviera para algo, estaría prohibido. El sistema argentino es un buen ejemplo de esto.


La Constitución argentina ha marcado el devenir de la débil y mentirosa democracia de aquel país. En su introducción la Constitución establece que el “pueblo no gobierna si no a través de sus representantes”. Interesante afirmación de la carta magna del país sudamericano. “El pueblo no gobierna”. Comienza con una negación de la acción participativa del pueblo en la democracia. No gobernar es no participar más allá de lo deseable, para impedir que el pueblo tome decisiones. Gobierna si, pero solo por medio de sus representantes. Curiosa forma de gobernar. No gobierna, solo elige cada cierto periodo a sus administradores, a quienes tomarán las decisiones. Y no solo no gobierna sino que debe esperar en una actitud pasiva a que el periodo electoral le convoque a las urnas para votar por sus representantes. Pero vayamos un poco más allá en la trampa del sistema electoral aparentemente democrático. Los medios masivos de comunicación suelen repetir casi de manera infantil que este sistema no es completamente bueno, pero es el mejor que existe. Seguramente para evitar un cuestionamiento serio del sistema, este sistema es el mejor que existe. Y no nos engañemos. Es que los medios masivos de comunicación, responden a la lógica empresarial que guía un sistema que ensalza las virtudes del mercado y del capitalismo. Libertades públicas, nos dicen. Nos torturan desde lo discursivo con la idea de la libertad de prensa, la libertad de expresión. Pero de lo que en realidad hablan es de libertad de empresa y no de prensa. Pero volviendo al tema que aquí nos ocupa, la palabra elección va asociada a la palabra democracia. Y es este el punto de mi cuestionamiento. Ciertamente elegir, o poder hacerlo es o puede ser democrático. Pero para que esa elección sea democrática debe tener ciertos condimentos que el actual sistema electoral no posee. Un reconocido sociólogo francés, Alain Touraine, titulaba de manera sugerente un libro en el que analizaba las cuestiones sobre el sistema electoral entre otras cuestiones. ¿Qué es la democracia? Se preguntaba Touraine y a modo de subtítulo sostenía que con elegir no era suficiente. Seamos claros. Democracia no es ir a la escuela cada dos años a votar. Porque si solo se resumiera en esta acción, el sistema democrático quedaría cojo. De hecho ir a votar a un futuro legislador no es suficiente. ¿Quién conoce a José Pérez? Un candidato del partido X, que será nuestro representante en el máximo organismo de tomas de decisiones y legislación como el parlamento, allí donde se sancionan las leyes que rigen nuestras vidas. Pero la mayoría de los votantes de Don José Pérez no conoce al fulano. Solo le votan y esperan que haga una buena gestión. Esperan, de manera pasiva, a que Don Pérez, sea el promotor de una ley de distribución de la riqueza que llegue a todos por igual. Sin embargo, las pocas intervenciones en el parlamento, por parte de este fulano, se han limitado a levantar la mano para votar leyes regresivas, leyes que le han dictado desde su partido, el que a su vez ha recibido las directivas del Poder Ejecutivo, quien a su vez, impulsa dichas leyes, para favorecer a un grupo económico que lo sostiene. Recordemos sin más la nefasta década menemista en Argentina. Pero volvamos donde dejamos la narración. Y nos preguntemos nuevamente si votar sirve en verdad para algo. Y aquí la respuesta vuelve a ser negativa. Votar no sirve para nada. Posiblemente aquí algún liberal molesto dirá que el autor de este escrito es golpista, que desea vivir en un sistema como vivía la URSS, en un sistema donde no existen las libertades civiles y políticas. Y lo que el autor de esta nota está queriendo decir en realidad, es que el actual sistema de elección que se nos vende como el más puramente democráticos de todos, es en realidad una trampa del sistema liberal / capitalista en el que se nos insiste en que el pueblo no gobierna. Y no gobierna, porque lo hacen sus representantes, aquellos, que como el señor José Pérez, no solo no les representa, sino que representan otros intereses de clase. De la clase dominante, para decirlo de otra manera.

Vayamos entonces a un ejemplo más concreto. Año 1999. El país gritaba que deseaba un cambio urgente. En este grito casi desesperado se alzó una alianza partidaria que reunía a tras de sí a lo peor del partido radical (recordemos que el ex presidente De La Rúa representaba dentro de las filas del radicalismo lo más retrógrado del partido), y a lo peor de la social democracia argentina, que llevaba como cabeza de fórmula a un nefasto hombre de la política argentina, como Carlos “Chacho” Álvarez, un historiador devenido en político, que detrás de su discurso pseudos progresista logró cooptar a grandes sectores de clase media, sólo con la seducción de su discurso. El señor Álvarez descubrió que detrás de la votación de la ley de felixibilización laboral, había circulado el pago a diputados oficialistas, para que votaran una ley que en realidad dividía a la alianza en el gobierno. El resultado fue fatal. La renuncia de Álvarez como vicepresidente del país puso en evidencia cual frágil era la alianza gobernante. Alianza surgida del voto de la gente, del pueblo, que quería ser gobernado, por esa alianza. Y muchos pseudos intelectuales habían apoyado a aquella alianza. El resultado ya lo conocemos. Los sucesos de diciembre de 2001 determinaron la fatal caída del gobierno de De La Rúa, el final del sueño aliancista y el regreso del partido de Perón al gobierno. Curiosamente, aquel perdedor de las elecciones de 1999, Eduardo Duhalde, se quedaba con la presidencia del país a comienzos del 2002, como el salvador de la patria. Digámoslo de otra manera. Duhalde había sido derrotado en las urnas en 1999, y se alzaba con el sillón de Rivadavia en 2002, en reemplazo del “expulsado” presidente elegido. La historia turbulenta del país en aquel 2001, puso en evidencia que con votar no era suficiente. Que el sistema democrático para fuera tal, necesitaba de la participación popular, no solo cada dos años, sino permanentemente. La falsa ilusión que generó en algunos ver como surgían las asambleas populares o vecinales, para tomar decisiones en medio de la crisis, nos hizo creer que por fin, parte de la sociedad argentina había aprendido la lección. Esta actitud se reflejaba sin más en las consignas populares cantadas al son de las cacerolas: “Qué se vayan todos!”, clamaban sectores sociales convencidos que aquellos políticos que habían llevado al país al abismo, representaban sin más un viejo modelo de hacer política que en Argentina no se quería más. Sin embargo nada ha cambiado desde entonces, y aquella reacción popular ha sido solo un espejismo.

Pero volvamos al comienzo. Si votar sirviera para algo estaría prohibido. O al menos, empresarios devenidos en políticos esto harían si vieran que sus deseos de ocupar espacios de poder se vieran limitados por el voto ciudadano. Pregúntenle a Mauricio Macri, actual presidente de Boca Juniors, y posible futuro jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires si no prohibiría las elecciones, si viera que su futuro político peligra en las elecciones porteñas. Y cuando hablo del futuro político de Macri, hablo del futuro empresarial que Macri representa, el modelo capitalista en su máxima expresión, aquel, que el propio padre de Macri, don Franco Macri, ha apoyado cuando apoyaba dictaduras militares. Porque seamos claros: Macri no puede (ni desea) representar un nuevo modelo de democracia, por más que desde su partido, el PRO, participe del sistema electoral como si fuera el paladín de la democracia. El propio grupo Macri, en propia crisis argentina, a comienzos del 2002, llevó a alguna de sus empresas a Brasil, porque el vecino país resultaba más seguro para sus inversiones. Macri, (y no nos confundamos, Filmus también), representa el viejo modelo, que ha sabido adaptarse a la moda de los tiempos, participando en elecciones supuestamente democráticas, para acceder al poder. De Macri no podremos decir que le sostienen grupos empresariales externos a la propia estructura de su partido, como si parece suceder con el candidato del oficialismo.

Entonces la pregunta que debemos hacernos aquí es la siguiente: ¿Es este el modelo de democracia que queremos? ¿Es esta la verdadera razón de ser del sistema electoral? De ser afirmativa la respuesta, entonces estaremos empantanados en un mar de ilusiones, creyendo que el voto popular redimirá a aquellos que al día de hoy no tienen todavía sus necesidades básicas satisfechas, en un país que produce alimento para 300.000 millones de personas. Si la democracia electoral es esta, pues yo no la quiero. Si el sistema avanza hacia otras formas de representación entonces podremos comenzar a hablar de otra manera, porque solo si revertimos la fórmula presente en la introducción de la carta magna, y decimos que el pueblo solo gobierna a través de sus decisiones, de su participación ciudadana, de manera activa, diciendo y decidiendo acerca de qué quiere y qué necesita, entonces solo así votar cada cierto periodo a algunos representantes podrá tener sentido. Mientras tanto el sinsentido del sistema seguirá dominando como lo hace la misma clase social dominante. Y allí, seguiremos perdidos en una crisis eterna. Y nuestros pibes seguirán muriendo de hambre, los hombres y mujeres seguirán sin empleo ni salud y los jóvenes seguirán escapando del país buscando nuevas y mejores perspectivas de vida.

1 comentario:

Paulaki dijo...

Enhorabuena! es genial volver a leer artículos tuyos. me alegra q tengas de nuevo el blog saliendo de las "cenizas", felicidades y saludos desde 3aarroyos argentina
paula