Una crítica a la idea de los Derechos Humanos en Argentina

por RK en De Igual A Igual

El 10 de Diciembre de 1948 se sanciona la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Si nos acercamos al texto de las Naciones Unidas y observamos la realidad de los países firmantes de la carta veremos el abismo que existe entre una letra que parece muerta y las prácticas estatales de aquellos países. En Argentina, país firmante de los pactos y tratados internacionales en materia de Derechos Humanos, asumirá como mandataria, Cristina Fernández de Kirchner, primera mujer elegida por medio del sistema de votos como presidenta. No es casual que se elija un 10 de diciembre para la asunción de la presidenta. Se sigue la tradición de asumir el día Internacional de los Derechos Humanos, tomando la posta del ex presidente Raúl Alfonsín, que tras la última dictadura militar asumió un 10 de diciembre abriendo camino a la llamada transición a la democracia. Una continuidad a la gestión del marido de Cristina, Néstor Kirchner, es lo que prevén algunos analistas. Por lo tanto se hace necesario, hoy más que nunca, una crítica revisión al concepto de Derechos Humanos utilizado desde la gestión oficial. Se hace necesario ver y analizar las limitaciones de una concepción que solo plantea una tibia revisión del pasado y poco más.


Inteligente jugada política en la que el presidente saliente de Argentina, Néstor Kirchner, ha “coqueteado” con los organismos de derechos humanos durante los cuatro años de su mandato. En este sentido los derechos humanos de Kirchner han estado lejos del espíritu de la Declaración Universal de la ONU. Hay que ser claros y decir que derechos humanos ha sido para la gestión “K” una simple y débil revisión del pasado, lo suficientemente limitada hasta donde los reclamos y expectativas de los organismos le aconsejaban llegar. Hay que ser claros en que los juicios que se llevan adelante en estos momentos tienen el serio déficit que no llegará a sentar en el banquillo de los acusados a ex represores menores y sólo se persigue a una cúpula reconocible que deja contentos a los organismos y no compromete la seguridad institucional desde la óptica de posibles cuestionamientos castrenses como los ha tenido el ex presidente Alfonsín en su momento. Sin embargo es posible notar en la Argentina de este 2007 que se muere, que el aparato represivo de los oscuros años de la dictadura siguen intactos apoyados de una mano de obra desocupada que actúa impunemente, desde el asesinato del docente Neuquino Carlos Fuentealba hasta la desaparición del testigo del juicio al genocida Etchecolaz, Jorge López, quien sigue sin aparecer.

Pero pisando el acelerador un poco más los derechos humanos para los Kirchner se terminan allí. Cruzando el umbral de estos juicios los derechos humanos desaparecen, se esfuman y nadie sabe de ellos. Ya no importan los derechos sociales o los derechos civiles en algunas provincias, y esto es grave. Que los organismos de derechos humanos históricamente habían levantado otras banderas sobre la defensa de tales derechos y que hoy parecen claudicar ante lo evidente. En un país que produce alimento para 300 MILLONES DE PERSONAS, que todavía haya en Argentina gente revolviendo en basurales en búsqueda de comida es una vergüenza que debe hacernos pensar de que clase de derechos humanos hablamos. Y esto no es un cuento chino. Lo he visto con mis propios ojos no sólo a través de una pantalla de televisión en un programa periodístico, sino que lo he visto con mis propios ojos caminando por el centro de la Capital argentina. Esto por no mencionar los chicos que deben trabajar arrastrando un carrito a altas horas de la noche por la ciudad de San Miguel de Tucumán u otra ciudad del interior del país, en búsqueda de basura para vender y comer. Poner el punto de mira en estos derechos humanos es tan urgente como avanzar en los juicios hacia los represores del pasado con celeridad. En Argentina lo urgente es “ayer”. Los sectores excluidos del sistema no pueden esperar otros cuatro años para que las retóricas demagógicas de los gobiernos de turnos lancen el tema social como prioritario y este quede solo en los discursos oficiales. Hay que decirlo sin ponerse colorados: en la Argentina de hoy todavía los niños se mueren de hambre. Y para estos sectores no alcanza ya con promesas electorales o discursos demagógicos. Argentina tiene con que alimentar a su población y no es posible que en regiones empobrecidas de nuestro país sigan muriendo los niños de hambre, siga habiendo desnutrición. El gobierno de la señora Cristina Fernández debe apuntar entonces y de manera URGENTE al problema re - distributivo. Mientras las mejores carnes son exportadas a precio euro, en nuestro país ciudadanos del interior de Buenos Aires van a buscar alimento en los basurales. Este es el punto clave donde los derechos humanos vuelven a tener sentido, aquellos que en el pacto Internacional de derechos económicos, sociales y culturales, ratificado en 1966 y puesto en vigor en 1976, establece que los estados deberán buscar los mecanismos para a) Mejorar los métodos de producción, conservación y distribución de alimentos mediante la plena utilización de los conocimientos técnicos y científicos, la divulgación de principios sobre nutrición y el perfeccionamiento o la reforma de los regímenes agrarios de modo que se logren la explotación y la utilización más eficaces de las riquezas naturales;

b) Asegurar una distribución equitativa de los alimentos mundiales en relación con las necesidades, teniendo en cuenta los problemas que se plantean tanto a los países que importan productos alimenticios como a los que los exportan.

Argentina tiene cómo cumplir estos mandatos que vienen de pactos internacionales a los que el país ha suscripto. No es posible entonces que en este país del cono sur se sigan muriendo de hambre los niños o sus madres deban correr detrás del camión de la basura para conseguir una caja de leche. No es posible que mientras las mejores carnes argentinas parten al exterior en barcos refrigerados para ser vendidas en mercados que tienen dinero para el consumo de lujo, en nuestro país una mujer deba recorrer un basural a tan solo 30 kilómetros de la Casa Rosada para conseguir medio kilo de carne picada entre la basura porque no tiene los medios para alimentar como corresponde a sus hijos. Aquí la tarea de la nueva gestión “K” es URGENTE. Debe poner el ojo en el tema distributivo ya, cuenta pendiente de una democracia que no sólo no alimenta sino que tampoco educa, cura ni da trabajo digno. Estas fueron las promesas del ex presidente Alfonsín cuando hace ya 24 años asumía al frente del Poder Ejecutivo y trataba de convencer a la sociedad que el sistema que se abría, luego de la larga noche represiva de la dictadura, era el único posible de satisfacer aquellas demandas. Los organismos de derechos humanos acompañaron la crítica permanente desde entonces ya que entendían que derechos humanos no sólo era cuestión del pasado, sino también cuestión por la que peleaban los militantes desaparecidos para cambiar el país y transformar a su sociedad en un complejo sin diferencias sociales. Aquellas banderas de los derechos humanos sigue tan y más vigente aún hoy que en los años ’60 y ’70. Argentina tiene con que dar vuelta la situación. Hace falta decisión política, voluntad de cambio y coraje para enfrentar a la oposición. En este sentido imagino una continuidad de modelo durante la gestión de Cristina Fernández. Seguirá coqueteando desde lo discursivo, pero en la práctica poco y nada cambiará en un país en el que los derechos humanos se han quedado en el pasado. Ojalá me equivoque. Ojalá dentro de cuatro años deba hacer un mea culpa y pedir perdón por la incredulidad que hoy me embarga. Pero las señales son claras. Las ha dado Néstor Kichner. Las han acompañado los organismos de derechos humanos. El cambio lo reclaman grandes sectores sociales. Los históricamente excluidos. Derechos Humanos sí. Pero para todos. De lo contrario seguiremos viviendo en un sistema que se enaltece de ver a sus mandatarios asumir un 10 de diciembre evocando la declaración universal de la ONU, pero olvidando en el pleno ejercicio de su poder la letra escrita, firmada y ratificada por el Estado argentino y amparada en nuestra constitución nacional.

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